“Jugamos como nunca, perdimos como siempre”.
Sin duda alguna, en los últimos años, México ha realizado avances significativos en la promoción de una cultura de cumplimiento y en la profesionalización de prácticas éticas en diversos sectores. Sin embargo, el reciente informe de Transparencia Internacional, que sitúa a México en la posición 126 de 180 países evaluados en el índice de corrupción, nos invita a una profunda reflexión sobre los desafíos persistentes en nuestra lucha contra la corrupción.
Es innegable que el impulso hacia la implementación de programas de Compliance ha experimentado un crecimiento notable en empresas y organizaciones mexicanas. Se ha fomentado la adopción de mejores prácticas, la transparencia y la rendición de cuentas. Sin embargo, este informe plantea la pregunta crucial: ¿por qué, a pesar de estos esfuerzos, seguimos enfrentando desafíos significativos en la reducción de la corrupción, e incluso cada vez estamos peor?
Uno de los aspectos a considerar es la necesidad de fortalecer la aplicación y supervisión de las normativas existentes. No basta con tener programas de Compliance bien estructurados si no se respaldan con sistemas efectivos de aplicación y sanción. La falta de una acción decisiva contra la corrupción mina la credibilidad de los esfuerzos de cumplimiento.
Asimismo, la colaboración entre el sector público y privado es esencial. La corrupción a menudo trasciende los límites de una sola entidad y requiere una respuesta coordinada. Las alianzas estratégicas y la comunicación abierta entre los sectores son fundamentales para combatir esta lacra de manera efectiva.
Es crucial recordar que Compliance va más allá de la implementación de políticas y procedimientos. Se trata de fomentar una cultura de ética arraigada en los valores y principios fundamentales. El cambio cultural lleva tiempo, pero es un pilar fundamental para lograr avances sostenibles en la lucha contra la corrupción.
El informe de Transparencia Internacional nos desafía a redoblar nuestros esfuerzos y a abordar las raíces sistémicas de la corrupción. México tiene el potencial y los recursos para mejorar su posición en futuros informes, pero esto requerirá un compromiso continuo con la integridad, la transparencia y la colaboración entre todos los actores de la sociedad.
En última instancia, este informe no debe ser solo una evaluación crítica, sino también un llamado a la acción. El futuro de México como una nación ética y transparente depende de nuestra capacidad para convertir estas reflexiones en medidas tangibles y significativas.
Seamos parte del cambio donde podamos salir de esa escena repetida donde los mexicanos jugamos como nunca pero perdemos como siempre; ganemos la partida contra la corrupción, formemos juntos el factor necesario para salir de la zona de pérdidas para volvernos los dueños de nuestro futuro.
Hagamos que suceda.
Adriana Peralta