La reciente anulación de las elecciones en la alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México, debido a la violencia política de género ejercida contra la candidata Caty Monreal, nos invita a reflexionar sobre un tema crucial en la política actual: el respeto y la igualdad de derechos en la contienda electoral.
La decisión del Tribunal Electoral de la Ciudad de México de invalidar la elección, basada en expresiones que invisibilizaron a Monreal por su relación familiar con figuras políticas, ha generado un debate importante. Se trata de un caso sin precedentes en la capital y pone de manifiesto la gravedad de la violencia política de género en nuestro país.
La violencia política de género se refiere a cualquier acción o expresión que menoscabe, limite o anule los derechos políticos de una persona, basándose en estereotipos de género. En el caso de Caty Monreal, se argumentó que las referencias constantes a su relación familiar con Ricardo Monreal la redujeron a «la hija de», negándole así su individualidad y su derecho a ser reconocida como una candidata independiente y capaz.
Esta situación nos obliga a preguntarnos:
¿cuántas veces hemos permitido, como sociedad, que se minimice a una mujer por su vínculo familiar o por su género en cualquier ámbito, no solo en la política?
Las palabras tienen poder, y en el contexto político, pueden definir la percepción pública de un candidato o candidata. Cuando se utiliza un discurso que ataca la identidad de una persona en lugar de sus propuestas o capacidades, no solo se le hace daño a esa persona, sino que se desvirtúa el propósito mismo de una elección democrática.
Como sociedad, debemos reflexionar sobre el tipo de líderes que queremos y el tipo de campañas que estamos dispuestos a aceptar. La democracia no se trata solo de ganar votos, sino de respetar y valorar a cada candidato y candidata por lo que son, y no por quienes los rodean.
Este caso también plantea una pregunta importante: ¿estamos realmente avanzando hacia una política más equitativa e inclusiva? Si bien es cierto que la decisión del tribunal establece un precedente, aún queda mucho por hacer para garantizar que la violencia política de género sea erradicada de todas las esferas de nuestra sociedad.
Finalmente, invito a todos a reflexionar sobre cómo podemos contribuir a un cambio positivo. Es crucial que defendamos la integridad y el respeto en todos los procesos electorales. Solo así, podremos construir una sociedad donde la igualdad de derechos no sea solo un ideal, sino una realidad tangible para todos y todas.
Que este caso sea un recordatorio de la importancia de luchar por un mundo más justo y equitativo, donde Compliance acompañe en la construcción de un piso parejo.
Hagamos que suceda.