Innovación, Integridad y Acción – Nuestra experiencia en el OECD Global Anti-Corruption & Integrity Forum 2025

París no solo es una ciudad de luces, arte y cultura. Este marzo, también fue el epicentro de una conversación global urgente, la lucha contra la corrupción y la promoción de una cultura de integridad en todos los sectores. Junto con Antonio Peralta, director de Ethics & Compliance Bureau y mi aliado en este camino, tuve el honor de asistir a la OECD Integrity Week y el Global Anti-Corruption & Integrity Forum 2025, organizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Durante dos días intensos, el 26 y 27 de marzo, fuimos testigos y parte de un diálogo muy enriquecedor entre gobiernos, sector privado, organizaciones internacionales y sociedad civil. ¿El eje común? La convicción de que la integridad es el punto de partida para construir economías más justas, instituciones más fuertes y sociedades más confiables.

Uno de los grandes enfoques de este año fue el papel que juegan las tecnologías emergentes, desde inteligencia artificial hasta análisis de datos y herramientas de informática forense, en la detección, prevención y sanción de actos de corrupción. Lejos de ser un tema técnico, el mensaje fue claro: la tecnología debe ponerse al servicio de la transparencia, no al margen de ella.

Una de las presentaciones que más nos tocó fue la de María Jofre, analista de datos de Open Ownership, quien destacó cómo los datos abiertos pueden ser herramientas poderosas para visibilizar la propiedad beneficiaria de las empresas y cerrar espacios a la corrupción estructural.

Además, coincidimos con la celebración de la 6ª Conferencia Global de la Alianza para la Integridad, que conmemoró 10 años de impacto y cooperación multisectorial. Se discutieron temas clave como el papel de la integridad en la transición verde, la protección de derechos humanos y la igualdad de género. Porque sí, la integridad también es una causa social.

Ser parte de este foro internacional no solo reafirmó nuestro compromiso con la ética y el cumplimiento, sino que nos llenó de ideas, energía y responsabilidad. Entendimos, una vez más, que la lucha contra la corrupción no es solo una agenda de las instituciones, sino de cada persona que decide actuar con principios, incluso cuando nadie la ve. Como dijo Immanuel Kant, “La honestidad es una política que paga”. Y yo agrego: paga en confianza, en reputación y en paz interior.

Desde nuestra trinchera, seguiremos impulsando la profesionalización de los programas de cumplimiento, la capacitación real (no de cajón) y el uso inteligente de herramientas tecnológicas que nos ayuden a ir un paso adelante.

Mi consejo para quienes hoy lideran áreas de cumplimiento o toman decisiones clave,  inviertan en integridad como un activo estratégico. Es el mejor escudo para su reputación, sus colaboradores y su legado. Y como siempre digo: ¡Hagamos que suceda!

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