Ayer el mundo amaneció con una noticia que marca el cierre de un ciclo histórico: la muerte del Papa. Una figura central, no solo para el ámbito religioso, sino para la política global, los debates éticos, la diplomacia y la construcción de identidad de millones de personas. Su partida no solo conmueve; también nos obliga a reflexionar.
Desde una perspectiva de Compliance, ética y liderazgo, este es un momento clave para preguntarnos: ¿Cómo se evalúa verdaderamente a un líder de esta magnitud?, ¿Y qué pasa con su legado una vez que su voz ya no está presente?
El Papa fue, durante su vida, una figura compleja. Defensor del medio ambiente, voz crítica frente a las desigualdades sociales, promotor de una Iglesia más cercana y humana. Bajo su liderazgo, el Vaticano buscó abrirse a temas urgentes: el cambio climático, los derechos humanos, la migración y, tímidamente, el rol de la mujer.
Pero también fue un pontificado cuestionado. Por los escándalos de abuso sexual, por los silencios prolongados, por la falta de sanciones ejemplares en ciertos casos, por los debates aún pendientes sobre transparencia financiera y por estructuras internas que, pese a sus esfuerzos, siguen siendo opacas y rígidas.
Desde el ángulo del Compliance, su liderazgo representa el eterno dilema de quienes están al frente de instituciones enormes: ¿cómo equilibrar el poder simbólico con la rendición de cuentas? ¿Hasta dónde se puede transformar sin quebrar estructuras? ¿Y qué tan sostenibles son las reformas si no están institucionalizadas?
La muerte de un líder de este nivel activa inmediatamente mecanismos de transición. En este caso, el cónclave y los ritos establecidos en la Santa Sede. Pero más allá de la liturgia, lo que se pone en juego es la herencia ética, institucional y operativa que deja atrás.
¿Hay bases sólidas para continuar con la apertura que se intentó impulsar?
¿Existen estructuras capaces de seguir trabajando por la justicia, la inclusión y la transparencia sin la figura carismática que las promovía? En cualquier organización, religiosa, política, empresarial, el verdadero éxito de un líder no se mide solo por lo que hizo en vida, sino por lo que sigue funcionando cuando ya no está.
Pero me pregunto, ¿Qué pasará ahora? La muerte del Papa abre un momento de vulnerabilidad para el Vaticano. No solo porque inicia el proceso de sucesión, sino porque todo legado entra inevitablemente en juicio. Las voces que antes guardaban respeto, ahora harán balances. Las decisiones más difíciles, las que no se tomaron, volverán a la conversación. Y eso no es negativo: es parte del ejercicio de responsabilidad histórica.
Las organizaciones también viven estos momentos: transiciones, cambios de liderazgo, salidas imprevistas. La gran pregunta es si están preparadas para que el sistema siga operando con ética, transparencia y orden, sin importar quién ocupe la silla principal.
Un buen líder no solo dirige; anticipa, prepara y construye. Y en Compliance, eso significa:
- Dejar reglas claras.
- Promover canales de denuncia efectivos.
- Invertir en cultura ética, no solo en discursos.
- Institucionalizar buenas prácticas.
- Rendir cuentas incluso en los temas más incómodos.
El Papa, en vida, asumió algunos de estos retos. Otros quedaron pendientes. Y ahora, sin su presencia, la historia, la Iglesia y el mundo comenzarán la última evaluación de su liderazgo. Porque la muerte no borra el pasado. Solo abre la puerta a su análisis más honesto.
¿Y tú? Si dejaras tu cargo mañana, ¿qué te dirían tus actos?, ¿Tu legado se sostendría sin ti?, ¿Tu liderazgo resistiría el juicio del tiempo? ¡Hagamos que suceda! Construyamos hoy lo que queramos que hable por nosotros mañana.
Adriana Peralta