¿Estás seguro de que en tu empresa todo funciona como debe?, ¿Confías plenamente en los reportes que llegan a tu escritorio?, ¿Te has preguntado si podrías estar siendo víctima de un fraude… sin saberlo?
El pasado 2 de mayo de 2025, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, reveló un caso grave de fraude en el sector textil y del calzado en México: al menos 24 mil millones de pesos habrían sido defraudados al erario mediante el uso indebido del programa IMMEX. Este programa permite a ciertas empresas importar insumos temporalmente para fabricar productos de exportación, sin pagar impuestos. Sin embargo, varias compañías lo utilizaron para importar mercancía terminada —como ropa y calzado— que nunca fue exportada.
Esto no solo representa una evasión fiscal multimillonaria, sino una práctica desleal contra empresas que sí cumplen con la ley. Como consecuencia directa, se estima la pérdida de alrededor de 80,000 empleos en la industria nacional, que ya venía enfrentando retos por la competencia desleal y la informalidad.
¿Por qué es relevante hablar de Compliance aquí? Porque este tipo de esquemas fraudulentos no nacen de un día para otro. Se gestan en contextos donde faltan controles internos, donde no hay una cultura de integridad y donde los incentivos están mal alineados.
Un fraude de esta magnitud involucra a múltiples actores: directivos que toman decisiones, contadores que justifican operaciones, proveedores coludidos, transportistas, y hasta funcionarios que cierran los ojos.
Y no es exclusivo de México. En Ecuador, entre 2010 y 2015, se detectó una red de empresas ficticias que importaban textiles y declaraban valores mucho menores a los reales, provocando un daño económico superior a los 500 millones de dólares. El caso llevó a reformas en la supervisión aduanera y la creación de unidades especializadas de control de comercio exterior.
En Estados Unidos, el escándalo de Enron y WorldCom en los años 2000 nos enseñó que los fraudes también ocurren en las grandes ligas, y que la ausencia de controles, la presión por resultados y la falta de cultura ética son caldo de cultivo para que se repitan.
¿Qué podemos aprender de todo esto? Te comparto algunas soluciones:
- El fraude no siempre es evidente. Muchas veces se esconde en operaciones aparentemente legales. Por eso, los controles deben ser más inteligentes que los riesgos.
- La cultura organizacional importa. Cuando se prioriza el resultado sobre la ética, los fraudes se vuelven “aceptables”.
- El Compliance no es papel, es prevención. Las empresas que sobreviven a las crisis son las que tienen procesos sólidos, canales de denuncia eficaces, y auditorías internas que realmente auditan.
- El liderazgo marca la diferencia. Los altos mandos deben estar comprometidos. No hay cultura de cumplimiento si la cabeza no da el ejemplo.
- Vigilancia y monitoreo. Los procesos de evaluación y auditoría deben estar presentes, formar parte de la gestión continua y en casos de incumplimiento, remediarlos.
Ahora bien, me gustaría que, pensando en tu empresa, te cuestiones lo siguiente:
- ¿Tienes mapeados tus principales riesgos de fraude?
- ¿Tienes canales de denuncia anónimos y protegidos?
- ¿Tu equipo sabe qué hacer si detecta una irregularidad?
- ¿Cuándo fue tu última auditoría externa y qué cambios aplicaste después?
Quiero finalizar con una frase de Ronald Reagan, que me suena en este momento: “La confianza sin supervisión es ingenuidad”. No dejemos pasar los focos rojos. Hagamos que suceda, el cambio empieza con quien se atreve a cuestionar, mejorar y actuar.