Hablemos Compliance Humanito

Era tarde.
Los turnos en la planta habían sido largos.
Y yo tenía escasos minutos para hablar de algo llamado “Código de Conducta” el cual era un documento nuevo en la organización, quizás más obligación que por convicción.

Entré en aquella sala con la firme intención de hacer mi trabajo: capacitar sobre temas de cumplimiento normativo. Los rostros eran serios, casi resignados. Todos hombres —como era usual en ese momento en la industria. Hoy, por fortuna, las mujeres representamos más del 43% de la fuerza laboral industrial en América Latina. Hemos avanzado, pero en aquel entonces, éramos pocas.

Desde el primer instante, me llamaron “la licenciada”. Más tarde supe que ese título no siempre traía buenas noticias: “la licenciada” era, muchas veces, quien llegaba para hablar de despidos o auditorías incómodas.

El terreno no estaba a mi favor.

Y entonces cometí el error que muchas y muchos cometemos al iniciar en Compliance: comencé hablando en el idioma que me enseñaron en la universidad.
Ese lenguaje técnico, jurídico, adornado de conceptos que suenan importantes pero que, en la práctica, muchas veces alejan en lugar de acercar. Me escudé en términos como FCPA, riesgo reputacional, matrices de control…

Y lo perdí todo. Nadie me seguía.

Fue entonces que solté el guion. Me detuve. Respiré.
Y hablé de mi papá.

Mi padre era médico. Pero más que eso, era un narrador de historias.
Con cada paciente, se quitaba simbólicamente la bata blanca. Dejaba de lado la terminología médica y hablaba desde el corazón. Le explicaba a sus pacientes con palabras sencillas, claras y profundas. Los escuchaba. Y ellos encontraban luz en medio de la incertidumbre.

Ese día, decidí hacer lo mismo.

En segundos, el silencio llenó la sala. Ya no hablábamos de artículos ni de cláusulas.
Hablábamos de lo correcto.
De cuidarnos entre todos.
De hacer bien las cosas y como un grito de guerra: “Hacerlo bien, a la primera”.
De ética, sí. Pero dicha en voz bajita, con tono humano.

Fue ahí cuando lo comprendí: el idioma original de Compliance no es el inglés, ni el de las multas, quizás ni el legal.
Es el idioma del humanito.
Ese que escucha, conecta, transforma.
Ese que sabe que la integridad no se impone, se inspira.

He aprendido que, si queremos que el cumplimiento funcione, no basta con construir programas impecables ni capacitar con slides perfectos.
Hay que saber hablar en el lenguaje que cada audiencia necesita.

Porque el verdadero reto de quienes acompañamos a empresarias, empresarios, oficiales de cumplimiento y comités de ética no es enseñar Compliance.
Es lograr que Compliance exista, funcione, viva.

Y eso solo sucede cuando quienes nos escuchan… realmente nos entienden.
Aunque, a decir verdad, el primer paso es que nosotras y nosotros aprendamos a entenderlos.

Años después, muchos de aquellos hombres me escriben. Me dicen que aún recuerdan esa charla. Que les quedó claro.
Pero el regalo más grande no es que me hayan entendido.

Es haber entendido yo.


Compliance no es para unos pocos. Es un lenguaje que debe hablarnos a todos. Y si no lo entiende la gente, entonces no es Compliance.

Hagamos que suceda,

Adriana Peralta

Un comentario

  1. Qué inspiradora eres para todos aquellos que de alguna u otra forma todos los días desde nuestra trinchers estamos convencidos y deseamos que Comoliance suceda.

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